En 1942 el horno de la panadería estatal número 3 de Kiev dejó de producir hogazas para engendrar a un equipo invencible. Una masa de valentía, arrojo y talento resultó ser el antídoto contra los nazis en una liga de fútbol en que los soviéticos vapuleaban todo cuanto encontraban en su camino. Fue un mecenas fortuito quien reclutó en su tahona a los jugadores del Dinamo y del Lokomotiv para darle vida al FC Start.
Las palizas que los ucranianos infligían a las guarniciones húngaras, rumanas, trabajadores de ferrocarril o soldados del ejército alemán hicieron saltar las alarmas de un imperio que se creía inexpugnable. El mejor equipo teutón, el Flakelf, pidió la revancha tras encajar un deshonroso 5-1, no sin antes reforzarse con los servicios de los mejores jugadores del Tercer Reich. He aquí el 9 de agosto de 1942 y el Partido de la Muerte que ganaron, una vez más, los comunistas por 5-3.
Se dice que antes del partido un oficial de la Gestapo se dirigió a los jugadores soviéticos exhortándolos a perder: “como ganéis un solo partido os fusilo a todos” a lo que Mykola Trusevych, alma máter del Start, replicó: “jugaremos hasta la muerte”. Los periodistas del régimen comunista embellecieron la historia creando un hermoso relato dedicado a un pueblo necesitado de aliento.
Los jugadores de Kiev llevaban grabado en su ADN el carácter del guerrero. Con el estallido de l conflicto fueron enviados a las trincheras para luchar junto a los partisanos asiendo fusiles con bayonetas que nunca antes habían utilizado. Realizaron misiones que el poder calificó de “milagrosas y heroicas” y formaron una pléyade de mozos audaces bautizados por la plebe como “héroes deportistas”.
Hoy el monstruo que nos acorrala no lanza granadas ni obuses, pero mata de igual modo. Nuestro pueblo necesita aliento, pero no es hora de crear relatos épicos como los de la propaganda soviética. Los únicos artículos que deben llenar boletines y noticieros son aquellos que no estén pintados de ningún color más que el de la franqueza.
Y nuestros deportistas no han sido llamados a filas pero también pueden ser héroes o heroínas. Los jugadores de Kiev no querían embarrarse en las zanjas de guerra, pero lo hicieron por su país, por su gente. Toca quedarse en casa. Luchar desde el salón y desde los balcones, desde los fogones y desde las escaleras del descansillo. Toca prepararse para volver a subir a podios mundiales como héroes y como deportistas. Toca jugar el Partido de la Vida. Y solo nos vale la victoria.