“Yo me animo a jugar, hay que ver si usted se anima a ponerme”. Con estas ínfulas se presentaba un irreverente Daniel Alberto Passarella ante Pipo Rossi el día de su debut con La Banda. Su salto al ruedo en el desaparecido San Martín no pudo ser más mediático. Mar del Plata acogía su primer superclásico cuando millonarios y xeneizes bancaban juntos contra las teledifusoras argentinas que no emitían en prime time por la crisis energética. Se celebraban los cien años de la ciudad y el de Chacabuco cuajó una gran actuación. Sucedió hace 46 años. El 23 de enero de 1974.
Daniel Alberto siempre quería jugar. En la albiceleste y en el club de sus amores -al que llegó airado tras ser descartado por Boca-. Admite que el mundial de México fue la tristeza más grande de su vida porque a pesar de ganarlo, no pudo disputar ningún partido por una infección intestinal.
Tras triunfar en su primer año como central, el míster Ángel Labruna llegaba para frenar una sequía de 18 años. Una de sus primeras decisiones fue colocar al káiser en el lateral izquierdo cuando el Gorrión López se rompió. Labruna mandó a Passarella a jugar de 3 -zaguero izquierdo- a lo que el jugador contestó con un explícito: “andá la concha de tu madre”. Su insondable ego provocó que se negase a jugar en aquella posición, siendo relegado al banquillo hasta que el alineador reculó. Dicen que todo obedeció a un pacto: jugaría de lateral izquierdo cuando no hubiese ningún compañero que pudiese ocupar tal demarcación.
Veinte años más tarde no hubo opción a pacto. Passarella era designado al frente de la selección para dirigirla con mano dura. Tras vetar a los homosexuales también dijo que «el aro y el pelo largo son peligrosos porque los jugadores se distraen durante el partido tocándoselos muchas veces». Batistuta y otros desfilaron por la barbería pero dos iconos dejaron su melena intacta. Claudio Caniggia y Fernando Redondo no entraron en sus convocatorias.
El caso del mediocampista fue especialmente curioso. Tras dos acercamientos previos parecía decidido a aceptar el largo de su cabello. Algo dinamitó las conversaciones y Passarella arguyó que no llamaba al de Adrogué por negarse a jugar por la izquierda, el mismo conflicto que el entrenador había abierto en River dos décadas atrás y que también sufría Redondo en el Madrid de Valdano.
Todo sonaba a excusas y es que ni eran, ni son, tiempos buenos para la meritocracia. Años después River descendía a la B con Passarella de presidente. El karma no entiende de bandas.