De María Estuardo a Carla Bernat, golfistas regias

A pesar de que los holandeses con su colf, los franceses con su chole y los belgas con su colven se enzarcen en la partida de bautismo del golf, existe amplio quórum en que los inventores de su versión moderna son los guerreros de las Highlands. Poco más de 100 años después de que William Wallace se liase a mamporros por la independencia escocesa, los pastores gaélicos comenzaron a golpear piedras con bastones para embocarlas en madrigueras de conejos, lo que hoy probablemente sería un putt desde el green, y crear un deporte que ya se suele incluir en el Top 10 de los más practicados.

Este reciente arreón de popularidad se debe a una creciente participación femenina impulsada por el aumento de patrocinios y premios en metálico. Y todo ello a pesar de la tragedia griega vivida en sus inicios.

María de Estuardo, reina de Escocia, fue una de las primeras personas golfistas del globo. Con tremendo swing, solía pavonearse por Musselburgh, la cancha más antigua del mundo. Pero esta pasión desmedida la llevó a echar unos hoyos tan solo días después de la muerte de su esposo y primo, Enrique Estuardo, lo que enfureció sobremanera al establishment que acabó condenándola a la guillotina por traición a la reina inglesa Isabel I, también prima suya.

Desde entonces, a las mujeres ya no se les corta la cabeza por jugar al golf pero han tenido que ganarse su espacio a codazos. A principios del XX, Dorothy Campbell se convirtió en la primera profesional. Cuatro décadas después Babe Zaharías fue la primera en jugar un torneo profesional de la PGA contra hombres. Su historia es una auténtica machada y la encumbra a los altares. Antes de partirla en el golf consiguió tres medallas, ¡en tres disciplinas diferentes!, en los Juegos de 1932: dos oros en 80 vallas y jabalina y plata en altura. Annika Sörenstam siguió sus pasos y, en 2003, fue la segunda en un torneo de la PGA, una lista que hoy cuenta con más nombres. La sueca se acabó convirtiendo en una de las mejores de la historia, y la mejor pagada, con 22 millones de dólares y 10 majors.

En la lista de los cinco grandes del golf femenino no está Augusta. Parece surrealista que el torneo del estado de Georgia, que sí es un major masculino, tan solo haya aceptado socias femeninas desde 2012. Es por este motivo que el certamen que acaba de ganar Carla Bernat convirtiéndose en la primera española en lograrlo, sea amateur, porque el Masters solo considera profesionales a los hombres y solo a ellos les enfunda la mítica chaqueta verde, que ahora también descubrimos que es rancia.

Todo ello no le quita ni una brizna de ambrosía a lo conseguido por la castellonense que, a punto de dar el salto al profesionalismo, se mira en su paisano Sergio García y, sobre todo, Jon Rahm, del que dice tener, “su fuego, su garra, su swing y su LAG”. Ahí es nada.

En tres años son los Juegos de Los Ángeles 2028 y esta semana se acaban de anunciar cambios con un porrón de pruebas mixtas entre las que se incluye el golf. Yo me relamo los labios ante el avance de la igualdad, pero también, ante la posibilidad de ver al león de Barrika desquitarse de la espina de París apoyado, por qué no, en el sublime palo de Carla.

📝 Artículo publicado en La Región

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