Cuando llegué a la piscina de Santa Isabel para enrolarme en la enésima locura de mi carrera deportiva y empezar waterpolo con 33 años, toqué fondo. Y no lo digo en un sentido figurativo. El músculo que había ganado durante cuatro años practicando halterofilia le había robado espacio a la grasa de mi cuerpo, reduciéndola a un reducto del 9%. Las fibras musculares, mucho más compactas y densas, eliminaban cualquier atisbo de flotabilidad y por eso me iba a pique. El entrenamiento consiguió que mi figura pétrea comenzase a estilizarse y el agua, poco a poco, limó las formas rotundas esculpidas por las pesas. Ahora no tengo aquel perfil vigoroso, pero sí una silueta más fina que me permite deslizarme en la piscina de una forma hidrodinámica. Y es que ya lo dijo Ovidio: “la gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia”.
Se trata de una cuestión de ciencia. Son cuestiones del somatotipo completamente comprensibles según qué herramientas necesitemos para nadar 100 metros o levantar 100 kilos. Lo que no se entiende, por muchas vueltas que se le dé, es la indiferencia mostrada por otras ciencias, las de la información, tanto a la gota como a la piedra en los hechos acaecidos el pasado viernes. En un espacio de 120 minutos, separados por 5.000 kilómetros, Carles Coll y Marcos Ruiz se proclamaban campeones del mundo, en Hungría y en Baréin, en natación y en halterofilia, respectivamente. Dos éxitos inauditos para hombres españoles, pero que ya habían explorado antes las mujeres.

Carles Coll saltaba a la piscina de 25 metros de Budapest a las 17,50 para disputar la final de los 200 braza. En dos minutos había batido el récord de España y se había colgado el oro con el octavo mejor registro histórico. Tiene un valor incalculable porque hacía diez años que España no tenía un campeón mundial en piscina corta. Mejor dicho, campeona. La última en lograrlo fue la legendaria Mireia Belmonte en Doha que suma siete oros en piscina corta. Erika Villaécija en Dubái y Melani Costa en Estambul también consiguieron ser campeonas mundiales. Si alargamos la lista a la piscina olímpica la lista se amplía con propia Mireia, López-Zubero, Nina Zhivanesvskaya y más recientemente, Hugo González de Oliveira.

Sobre las 19,30 Marcos Ruiz subía a la tarima de Manama para realizar su último intento de arrancada en la categoría de 102 kilos. Con un levantamiento de 183 se colgaba la medalla de oro. Más tarde alzaba otros 212 en dos tiempos para conseguir el bronce en total olímpico. Tampoco ningún español había pisado el lugar más alto del podio. Sí lo había hecho la mítica Lydia Valentín, sumando cinco medallas de oro entre las de Anaheim y Asjabad.
Son estas historias las que se deben contar, sobre todo en deportes que exhiben una igualdad como la halterofilia (40% de licencias de mujeres) y la natación (46%) en España. Mostrando esta variedad y la diversidad de cuerpos que hacen deporte conseguiremos una sociedad más activa y saludable donde los niños jueguen a lo que quieran ante el gran abanico de posibilidades que se les ofrece. Esta es la teoría pero, hoy, como siempre, hay fútbol, así que, ¿qué más da?
📝 Artículo publicado en La Región
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