Cuando era pequeño tenía un juguete que, por muchos trompazos que llevase, siempre se mantenía en pie. Siendo niño me quedaba pasmado ante aquella tecnología que no sabía cómo diablos podía deificar la vertical del trasto. Hoy no tengo aquel tentetieso, pero tengo un Daruma tatuado, que viene a ser lo mismo. Bodhidarma viajó a China para fundar el zen. Meditó nueve años frente a una roca, impasible ante incendios y tempestades. Cuenta la leyenda que tras permanecer tanto tiempo inmóvil, sus brazos y piernas se desprendieron, manteniéndose erguido por su fuerza interior. Eso es el Daruma. Un muñeco sin extremidades, que siempre que se cae, se levanta. En su pecho vive un viejo proverbio nipón: “si te caes siete veces, levántate ocho”.
En 2023 Jorge Prado ganó el mundial de motocrós de una forma relativamente cómoda. Se colocó primero en la inauguración en Argentina y ya no soltó el liderato. No lo hizo con muchas victorias pero sí con una consistencia descomunal que le llevó a disfrutar de una ventaja de más de cien puntos en el ecuador. En 2024, su mundial se ha basado en cimentos diferentes, pero igual de fuertes. Jorge destapó el tarro de las esencias desde el primer día para vencer en once de los 20 asaltos. Una realidad que esconde una encarnizada pugna, en la que, en varias ocasiones, se tuvo que levantar del fango.
En la clasificación de Trentino se fue de vacío tras perder el sillín. Acto seguido llegó el lodazal de Águeda que embarró su inmaculado inicio. En un infierno de charcos y roderas que rozó lo inhumano, se cayó en dos ocasiones y cedió la placa roja. Pero el mayor batacazo estaba por llegar. En Maggiora, justo donde campeonó en 2023, algunos osados se permitieron dudar. En el apretado holeshot de la segunda manga, una maniobra de Guillod terminó con Jorge por los suelos en medio de un enjambre de motos. Cojeando, con la rodilla dolorida y el manillar torcido, se volvió a subir en su GasGas para rodar otras dos vueltas. La prudencia le hizo renunciar antes de sufrir daños mayores y el tiempo le dio la razón. La diferencia con el líder llegó a ser de 36 puntos pero, como la hormiga trabajadora, Prado fue arañando la distancia para asestar el golpe definitivo en casa, ante un público enfervorecido y con la satisfacción de haberse levantado de todas sus caídas.

El sábado, tras la clasificación en Cózar, su padre Jesús nos comentaba que el anillo que mide todos sus parámetros le había marcado, por primera vez, que sus niveles de estrés estaban por encima de lo habitual. No parece raro cuando te juegas las castañas en un último baile con dos perros de presa como Gajser y Herlings que coleccionan mundiales.
Pero es evidente que Prado tiene algo de tentetieso, algo de Daruma que hace que siempre se mantenga sólido, vertical, incólume. Supongo que, aunque la procesión vaya por dentro, la forma que tiene de encarar todo este rebumbio abrumador en el que vive es la que le otorga su firmeza. Porque, por muchos nubarrones que amenacen tormenta, jamás ha perdido la risueña esencia de un chaval de 23 años que hace lo que le gusta: jugar a las motos y, de paso, comerse el mundo.
📝 Artículo publicado en La Región
🟣 Para mayor contenido, sígueme en instagram