Los muros del balonmano

En las semifinales del Europeo de balonmano de 2016, España se deshacía de Croacia para ser favorita. Alemania esperaba en la final con Pekeler, Schmidt, Reichmann o Hafler. Ninguno fue la estrella. Un joven portero de 24 años, Andreas Wolff, se erigió como un obelisco insalvable con un antológico 48% de paradas. Ayer, el mismo Wolff, pero con 33 años, subía su registro a un increíble 49% para volver a dejar a España en el camino.

Siempre he estado profundamente convencido de que Los Hispanos han contado con los mejores cancerberos de la historia. El pionero fue Lorenzo Rico. Se retiró antes de que llegaran las medallas pero sentó los cimientos del muro. Después, una dupla de ensueño. David Barrufet y Joseja Hombrados son dos de los tres jugadores con más partidos del combinado nacional y un palmarés envidiable. Continuó la leyenda Arpad Sterbik quien, tras haber jugado con Yugoslavia y Serbia, decidió apostar por España por una cuestión de lealtad. Hoy, Gonzalo Pérez de Vargas y Rodrigo Corrales son los titanes que se alternan con acierto en la portería de Jordi Ribera. Y no los cambio por ninguno.

Pero, a pesar de contar con los mayores prodigios en nuestro portal, ya son unas cuantas las veces que España se ha estrellado contra los guardametas ajenos, generando su sideral porcentaje de paradas. En un día encapotado por esos nubarrones recuerdo al sueco Svensson, al ruso Lavrov, al croata Sola, al francés Omeyer o al danés Landin, como óbices recurrentes que en algún momento han taponado los sueños de la selección.

La enorme actuación de Wolff nos deja, otra vez, sin final olímpica. Cinco veces ha llegado a España a la penúltima ronda y las cinco las ha perdido. Pero hay tres razones para creer. La primera es que esta selección lleva años hablando de un relevo generacional que acallan a balonazos los Tarrafeta, Fernández o Rodríguez. La segunda, las cuatro ocasiones anteriores en las que hemos conseguido el bronce. La tercera, que tenemos a Gonzalo y a Rodrigo.

El oro acabará llegando porque la perseverancia siempre derriba los muros.

📝 Artículo publicado en La Región

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