Dolor no es daño

Hace algunas semanas estuve de baja por el maldito síndrome del colon irritable. Desde que lo sufrí por vez primera lo he intentado paliar sin gluten pero con meditación, deporte y dos tatuajes en los sitios en los que mi vida parece combustionar cuando entro en crisis. En el colon descendente -donde se almacena todo lo que rumio- tengo una frase de Ovidio que dice que sea paciente y duro, que algún día “este dolor será útil”. En el colon ascendente -cerca del hígado donde se fabrica la hipocondria- otra de Faulkner que me recuerda que entre el dolor y la nada, “elegiría el dolor”.

Pero todo esto tiene teoría y práctica.

La explicación teórica me la concedió hace unos días el maestro Pablo D´Ors al apuntar que, al contrario de lo que pensamos, dolor no es daño.

La explicación práctica nos la ha regalado Carlos Alcaraz.

El 9 de junio de 2023 en la primera semifinal de Roland Garros, un Carlitos de 20 años se acalambraba por completo ante la figura y el juego de Novak Djokovic. Lo hacía en el segundo juego del tercer set, en un momento en el que el murciano contaba con todas las papeletas para meterse en su primera final del torneo parisino.

Pero aquellos calambres no le permitieron mantener el nivel y Carlos claudicaba movido únicamente por el orgullo de permanecer en pie. En la rueda de prensa posterior lo reconocía: “tuve calambres por los nervios y la tensión de jugar con una leyenda”.

Los calambres musculares son contracciones o espasmos súbitos e involuntarios. Suelen ser muy dolorosos, pero son benignos y casi nunca implican lesión. Por ello, lo más inteligente parece ser hacer estiramientos y mantener la calma.

Hoy, un año después de aquella fatídica tarde, Alcaraz ya tiene su primer Roland Garros y su tercer Grand Slam. Y lo ha hecho transitando por el dolor.

El pasado viernes -ya, o tan solo, con 21 años-, Carlitos se volvía a acalambrar ante el nuevo número 1 del mundo, Jannik Sinner, en la primera semifinal de Roland Garros. Misma situación, mismo escenario, mismo miedo. Diferente solución.

En la rueda de prensa posterior repitió la misma afirmación del año anterior: “tuve calambres” añadiendo, en esta ocasión, una cláusula adversativa: “pero aprendí de la semifinal del año pasado”.

Puede que el tenis sea el deporte más exigente, mental y físicamente, pero de lo que estoy seguro es de que es la mejor metáfora de vida. Es por ello que, aprender del dolor, entenderlo e interpretarlo, parece el único modo de salir victorioso. Carlos va un paso más allá y abraza el dolor para disfrutar con él: “you have to enjoy suffering”.

Carlitos también tiene dos tatuajes. Son las fechas en las que conquistó sus primeros dos Grand Slam. Quiero creer que, como a mí, le recuerdan que tiene calidad suficiente para afrontar lo que venga y que, en los momentos de mayor sufrimiento, dolor no es daño.

No sé cuándo se tatuará Carlitos la fecha de su tercer Grand Slam, pero yo, si tuviese que escoger otro elegiría otra frase de Concepción Arenal que dice que “el dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro”.

Y es ahí cuando la victoria pertenece al más tenaz.

Artículo publicado en La Región.

Deja un comentario